¿Soy una mamá gallinita?
Esta semana, mientras conversaba con una muy buena amiga y hablábamos de nuestros hijos y sus problemas en la escuela, utilizó una expresión que me dejó pensando. Lo que dijo fue: “nosotras las mamás gallinitas somos así”.
En el momento en que escuché esa frase, y acorde con el contexto en que estábamos hablando, se me hizo una expresión muy amable y jovial. Sin embargo, se quedó grabada en mi inconsciente y al regresar a casa, retornó a mi mente con ávida rapidez y no se retiró en todo el día de ella, hasta que cansada de escuchar en mi mente esa frase una y otra vez, decidí averiguar si esa expresión era real, es decir: si las madres estamos clasificadas en madres gallinita, madres canguro, madres tigre, etc.
Mi primer medio de búsqueda al igual que le sucede a casi todo el mundo es la Internet. Busqué en Google “clases de madres”. Me pareció lógico hacerlo pues creía que el término “mamá gallinita” correspondía a algún tipo de clasificación de madres hecho por algún experto en el tema, y el navegador se me llenó de artículos de blogueras y revistas de maternidad que clasifican a las madres en categorías según diferentes criterios. Así es como algunos califican a las mamás en: estrictas, aventureras y juguetonas. Otros las califican como: la mamá controladora, la exigente, la protectora. También encontré la descripción de un psicólogo familiar muy famoso que clasifica a las madres en: la mamá perfeccionista, la imprevisible, la mamá “mejor amiga”, la mamá “yo en primer lugar” y la madre completa, que, según él, solo un uno porciento de la población tienen la suerte de contar con este último tipo de madre.
En fin, a medida que indagaba el tema e ingresaba a leer artículos que realizaban comparaciones de todo tipo y categorizaban la labor de madre según sus propios criterios, ya fueran pautas de crianza, tipos de personalidad o estructuras mentales, caí en el juego de buscar mi perfil de madre y con desconsuelo descubrí que no tengo un perfil de madre que reúna todas las características de uno solo. Al parecer soy una madre mixta, aplico pautas de crianza de varias clases.
Fue entonces cuando me dije a mi misma que eso sería porque vivo en el extranjero y me ha tocado ser recursiva y creativa para sacar a mis hijos adelante. No es lo mismo ser madre con el apoyo y la ayuda de la familia a la vuelta de la esquina que las que vivimos solas en territorios lejanos, donde recibir una visita familiar implica incurrir en costos bastante elevados por parte de nuestros seres queridos.
Pero entre tantos perfiles que encontré no vi ninguno ni remotamente parecido a ser una mamá gallinita y yo quería estar completamente segura de que ese tipo de mamá existe. Así que busqué bajo el criterio “mamá gallina”, fue entonces cuando encontré un escrito que explicaba el síndrome de la mamá gallina.
Mi primera reacción fue pensar: ¡Oh! No es un perfil de madre sino un síndrome, es decir una enfermedad psicológica y yo no tenía ni idea. ¡Y eso que soy psicóloga! Pero cuando profundicé en el tema entendí que no hay estudio psicológico alguno que soporte este mal llamado síndrome, sino que es una expresión popular que se utiliza para denominar a aquellos padres y madres que sobreprotegen a sus hijos.
Bajo ese criterio, creo que todas las madres del mundo son mamás gallinitas, al menos durante los primeros años de vida de nuestros hijos, pues esa es nuestra principal labor. Los bebés llegan al mundo tan desprovistos de casi todo que sin el cuidado de un adulto morirían al poco tiempo. Las mamás debemos garantizar que nuestros hijos reciben el cuidado adecuado para sobrevivir y luego, a medida que van creciendo, los vamos dejando ir.
Considero que, si he de clasificar a las mamás realizándoles ciertas comparaciones con madres del reino animal, no podía realizar perfiles exactos que generalicen un tipo de madre, más bien yo las describiría como una cadena evolutiva, es decir, las madres experimentamos cierta evolución y ese proceso se da según la edad cognitiva de nuestros hijos.
Por lo tanto, creo que somos mamá gallinita desde el nacimiento hasta que nuestros hijos tienen más o menos tres años. Luego tomamos un perfil más motivador para que nuestros hijos se animen a explorar el mundo con la seguridad de que mamá está cerca, algo así como mamá cervatillo. Pero cuando los niños ingresan a la escuela, el perfil cambia y nos convertimos en la mamá tigre, es decir, les enseñamos a nuestros hijos a defenderse solitos enfrentándose al mundo con sus propias garras, su propia personalidad, pero siempre estamos atentas a ayudarlos y a apoyarlos cuando vemos que ellos no han podido solucionar un problema solos. Como mis hijos apenas están en esta etapa, paro mi clasificación aquí, no quiero esgrimir una teoría sin tener los recursos necesarios para sostenerla, pero prometo retomar esta clasificación en el futuro.
Sin embargo, como madre que ha tenido y vive con sus hijos en el extranjero, le agregaría el criterio de madre pulpo, porque ante la lejanía de nuestra familia y cultura debemos tener siempre un tentáculo cerquita de nuestros hijos y con los otros tentáculos les enseñamos la cultura de nuestro país de origen y con otro la cultura del país de acogida.
Como psicóloga, no puedo desconocer que todo extremo es malo y que, si las madres y padres no evolucionan al ritmo de sus hijos y se quedan en la etapa de madre gallinita, sobreprotegiéndolos en exceso, cuando ya es hora de que los niños se enfrenten al mundo por si solos es muy posible que los hijos no consigan desarrollar un buen sentido de la responsabilidad.
No he de negar tampoco que ser madre en el extranjero posibilita que seamos un poco más protectoras. Los niños no pueden ir a dormir a casa de sus abuelos o tíos o tías como lo hacen los niños que tienen la familia cerca y eso posibilita una relación bastante estrecha con ellos, pero considero que yo recompenso esa falta de proximidad de la familia con mayor confianza y diálogo hacia ellos para que compartan con sus amigos y así evitar la sobreprotección, eso sí, como una buena mamá pulpo.
La próxima vez que me vea con mi amiga le diré que sería más apropiado para mí que me llame mamá tigre-pulpo que mamá gallinita.