Realidad Pura

Pluma


Esta mañana, leyendo uno de mis diarios viejos he encontrado un escrito que me parece importante compartir con ustedes, especialmente con las madres primerizas:

Tengo una amiga, ella ha estado conmigo desde mi más tierna infancia y ha sido quien me ha ayudado a salvaguardar los más terribles problemas que una persona pueda tener en una vida cotidiana.

Me ayudó a darme ánimos, cuando sufría del rechazo y el acoso de algunas de mis compañeras de clase, por llevar siempre puestas unas gafas de pasta que me hacían ver como Betty la fea y ella fue la única que supo darme consuelo cuando mis primeros príncipes azules, de la vida real, encontraron a otra princesa.

Ella siempre tenía para cada instante un libro y con ellos me transportaba fácilmente a otra dimensión mucho más llevadera. En otras ocasiones, simplemente me ayudaba a volar con la imaginación y juntas inventábamos historias donde yo era la protagonista, la heroína o la princesa rescatada.

Yo sabía que su amistad era sincera y que siempre podría contar con ella. Un solo llamado bastaba para que acudiera en mi ayuda. Y no solo estaba en los momentos difíciles, también lo estaba cuando jugaba con mis juguetes o cuando escribía una carta de amor. Debo confesar que era ella la que me dictaba las palabras, mientras yo solo las escribía.

Su compañía me reconfortaba y sus concejos orientaron muchos de mis pasos en la juventud. Pero como todo en la vida, los ciclos se fueron cumpliendo y con el paso de los años me fui alejando poco a poco de ella.

Fui yo la que la abandoné. Los deberes del estudio y el trabajo, junto con el agite de la vida, no daban espacio para nada más. He de confesar que la extrañaba, pero me negaba a recurrir a ella. Quería demostrarme a mí misma y al mundo entero que ya era una adulta que no necesitaba de la ayuda ni el consuelo de nadie más para hacer mi vida y afrontar mis problemas.

Hoy, después de algunos golpes duros y de haberlos superado, con dificultad, pero sin su ayuda, he decidido regresar a verla. Con grata sorpresa mi vieja amiga, me ha sabido esperar con paciencia y ahora abre sus alas de mariposa y me envuelve transportándome a ese mundo mágico que tanto extrañaba. Mi gran amiga es “La Imaginación”.

La fantasía es un mundo maravilloso, allí pueden suceder cosas extraordinarias, asombrosas, épicas. En un corto instante se construyen historias, cuentos, epopeyas de héroes perfectos que salvan a la humanidad con el sudor de su frente y la fe de quienes los apoyan. He de confesar que ese mundo es, en muchas ocasiones, más agradable, pues las circunstancias siempre pueden ser cambiadas a mi acomodo.

El motivo de mi regreso, como el que hizo el hijo pródigo en la Biblia, es que la necesito como el árbol necesita el agua o la humanidad el oxígeno para respirar. Estoy embarazada, y aunque es lo que siempre había querido, ahora el miedo me atormenta. Así que recurro a la imaginación para fantasear que todo está muy bien y que mi vida es perfecta.

Dentro de mí un pequeño ser inicia su vida y aunque tengo en mi mano un trozo de plástico con dos líneas y una ecografía en blanco y negro que muestra unas manchas con diferentes formas que, la médica dice, es un bebé, aún no siento ese milagro de la forma en que lo esperaría.

He de confesar que mi alegría es indescriptible, ¡voy a ser madre!, eso es lo que yo quería, pero también tengo mucha aprensión. Es la primera vez que me enfrento a esto y aunque todo el mundo me felicita y mi marido no para de hablarle a mi estómago, yo me siento un poco perdida.

Los vómitos del primer mes me han agotado por completo. He pensado incluso en instalar una cama portátil en la bañera, así me evitaría las dramáticas levantadas todas las madrugadas, con las manos en la boca, tratando de evitar que saliera lo que había comido en la cena.

Pero ese capítulo parece ya cerrado, los vómitos se han limitado a cuando observo algo baboso o aparece algo desagradable a mi vista, también cuando percibo algún olor a perfume intenso o a comida frita, por lo que he tenido que evitar el caminar por calles concurridas con olores extravagantes o al mediodía cuando los restaurantes levantan sus hedores para que a los consumidores se les alborote el hambre.

Ahora me han empezado las agrieras, un constante saborcito a amargo cuando termino cualquier comida. Angustiada le he preguntado a mi madre, quien muy contenta me ha dicho que es una buena señal, el niño vendrá con buen cabello al mundo. La verdad no me importaría que viniera completamente calvo.

Para llenar mi vacío de información en este tema, he agotado mis posibilidades de préstamo de libros en la biblioteca, también he navegado por las infestadas aguas de la Internet donde con tan solo colocar la palabra “embarazo” los artículos de expertos aparecen sin cesar hasta que la pantalla se satura, pero en ninguna parte he encontrado información sobre los sentimientos encontrados que a veces me apuran.

Hay días en que mi amiga, La Imaginación, me ha mostrado imágenes hermosas de un bebé sano creciendo en mi vientre, formando su cabecita, sus piecitos, su corazoncito; y mi corazón se regocija imaginando el color de sus ojos, de su cabello y de su boca. Pero otros días, ella misma se encarga de mostrarme imágenes tristes de niños enfermos con problemas cardiacos y enfermedades incurables. Entonces me peleo con ella y le cierro la puerta de mi mente de un solo tirón.

Tengo muchas dudas, dudas que a su vez no me atrevo a decir en voz alta. Creo que por eso mi humor permanece como en una montaña rusa. En un mismo día puedo estar en la cúspide de la felicidad y a la vuelta de la esquina no puedo evitar las ganas de llorar. Mi pobre marido es el único que me ha podido soportar, porque yo solita no aguanto ni la ropa que llevo puesta.

Durante las tres últimas semanas, controlando un poco mi variante humor, no hago más que sonreír y hablar de lo maravilloso que le sucede a mi cuerpo, pero la verdad es que desde que dejé de vomitar no siento que mi embarazo avance como lo esperaba. Mi estómago sigue casi del mismo tamaño que el primer día, cuando en la privacidad del baño de mi casa, decidí hacerme la prueba para comprobar si era verdad lo que presumía, pues mi regla se había negado a aparecer desde que, insolente, había dañado cinco días de mi luna de miel.

¡Voy a ser madre!, me repito cada día, y siguiendo los concejos de un famoso doctor he empezado a escuchar música clásica, a comer alimentos bioenergéticos y a realizar ejercicios de respiración. Ya sé que el parto es la última etapa, pero creo que es mejor empezar a practicar desde ahora.

Mi guardarropa ha cambiado y las batas de materna esperan su turno para ser usadas en casi todos los colores, pero mi barriga sigue estática, estancada en una talla que me molesta. ¿Por qué no crece mi pancita?

Paso algunas horas del día leyendo información e historias que me ayuden a disipar mis dudas, e imaginando lo precioso que va a ser mi bebé, pero muy por dentro y sin que nadie más lo sepa, el pánico me invade. No sé si sea capaz de asumir tanta responsabilidad, hacerme cargo de una vida ajena, cuando casamente he podido poner control a la mía.

Sí, ya sé que soy madre primeriza, muchas pensarán que todo se disipa por naturaleza, pero mis miedos se vigorizan cuando leo artículos de padres que sobre consienten a sus hijos y que pierden el control de ellos ante la primera sonrisa. ¿Cómo acallar mis miedos?, ¿cómo sabré qué está bien y qué está mal?, ¿seré capaz de corregir a mi hijo o hija correctamente?, ¿será niño o será niña?, ¿cómo sabré cuando tendrá hambre?, y ¿qué haré cuando esté enfermo?, ¿seguiré siendo sexy cuando sea madre? En fin, lo mejor será no darle muchas vueltas al asunto o el embarazo se me volverá un problema filosófico.

Esta mañana al levantarme he tomado una decisión, aprovechando que estoy celebrando las veintiún semanas de embarazo he decidido dejar atrás mis temores y dedicarme a vivir la vida como venga. He regresado todos los libros sobre maternidad a la biblioteca y en su lugar he tomado prestado un pequeño libro de aventuras. Pienso que la mejor manera de desvanecer mis miedos es dedicarme a navegar por los complejos mundos de mi gran amiga.

Después de mis horas de trabajo, cómodamente me ubiqué en mi sillón favorito dispuesta a olvidarme de mi embarazo y de todos esos pensamientos. Así pues, en total silencio y completamente concentrada en los fabulosos viajes y aventuras de Robinson Crusoe, del autor Daniel Defoe, una pequeña burbuja de cristal se ha movido dentro de mí. Ese hermoso ser que crece a su propio ritmo me ha dado su primera patadita.

Mi estómago ha saltado por encima de la camisa y he podido percibir por primera vez que es verdad, que dentro de mi existe otro ser más hermoso y más perfecto que cualquier otra cosa dentro del universo.

Fue un movimiento casi imperceptible, pero que me atravesó como un rayo de luz y fulminó de un solo golpe mi mente. Todos los sentimientos que viven en mi interior salieron a la superficie chocando unos con otros sobre mi piel. Fue una sensación completamente nueva. Un calor peculiar llenó mi alma y la esperanza invadió cada espacio de mi ser, las lágrimas no se hicieron esperar, cada una rodó por mi mejilla brillando con luz propia, pues no eran lágrimas normales: eran lágrimas de alegría y de felicidad absoluta, eran lágrimas nacidas del alma y de la sensación indescriptible de ser madre por primera vez en mi vida.

Una comunicación intra sensorial se estableció entre mi bebé y yo. Desde ese instante supe que estaba preparada, que hiciera lo que hiciera, que pasara lo que pasara, que pensara lo que pensara, ¡todo iba a estar bien!, porque los milagros existen y ese bebé en mi cuerpo es la prueba fehaciente de que la felicidad completa existe.

Por primera vez desde que supe que estoy en embarazo siento que ya no necesito a la fantasía, mi bebé es algo real que se mueve en mi vientre como una pequeña arvejita y mi estómago crecerá poco a poco, a su debido tiempo y a su debido ritmo. Un pequeño movimiento y el miedo, la angustia y las dudas se evaporaron, se esfumaron por completo de mi existencia.

Ese fue su primer saludo y fue la primera vez que fui consciente de su existencia, antes solo habitaba en las profundidades de mi imaginación, pero desde ese instante mágico en que saltó en mi vientre, mi hijo se hizo realidad pura.

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