Pequeños Sabios
Convertirse en adulto implica el renunciar al encanto mágico de la inocencia. Los niños son seres muy especiales, tienen la posibilidad de ver el mundo desde perspectivas completamente distintas a las nuestras y en muchas ocasiones nos asombran con sus comentarios y acciones.
Esta semana, mi hijo de siete años me sorprendió con una pregunta. El martes en la noche a la hora de la cena empezamos a comentar las típicas costumbres navideñas de cada país, ya que en su escuela estaban organizando una pequeña obra de teatro que será presentada a los padres de familia en la fiesta de navidad y él quería recibir información para ser seleccionado en ella.
Mi esposo comentaba con entusiasmo las hermosas costumbres de Alemania con su mercadillo de navidad, el calendario de adviento, los árboles de navidad con bolas de colores y las coronas de adviento. Yo agregaba con entusiasmo que en Colombia existe la novena de navidad, la noche de las velitas, el pesebre y el rosario navideño. Luego entramos al tema de las comidas, y mi esposo no paraba de nombrar manjares en su mayoría dulces especiales y galletas que solo se hornean para navidad y en familia, mientras yo contaba con entusiasmo la preparación de los tamales, las natillas y los buñuelos. Nuestros hijos comentaban con entusiasmo: “¡ah si eso es rico!”, “¡oh si eso me gusta!”. En fin, fue una conversación muy animada y que nos trajo unión familiar.
Al día siguiente luego de regresar del colegio, mi hijo pequeño se acercó a mi muy preocupado y formuló la pregunta que le inquietaba el alma:
– Mami -empezó a decir-, ayer tú y papá estuvieron hablando de las costumbres con las que se celebra la navidad en vuestros países, pero yo…no lo sé… -se tomó un momento para mirarme a los ojos y bajar un poco la voz en su pregunta- ¿sabes tú cómo se celebra la navidad en mi país?
Esa pregunta me movió el piso, y honestamente nunca me había preparado para ella, es más, ni siquiera me había detenido a pensar en torno a ella: ¿a qué país pertenecen mis hijos? ¿Al de mi esposo? ¿Al mío? ¿Al lugar donde nacieron? ¿Al lugar donde vivimos actualmente? Y créanme, no es una pregunta fácil de responder. Mi hijo pequeño nació en España, dónde vivió hasta que cumplió tres años; mi esposo es de Alemania, yo soy de Colombia, y actualmente vivimos en otro país completamente distinto a esos tres anteriores. Por un momento pensé en decirle que su país era el mismo que el mío, pero eso hubiera sido un acto de total egoísmo.
Como mi hijo permanecía inmóvil con su carita de preocupación, mirándome fijamente, sabiendo que mamá siempre tiene una respuesta para cada pregunta, (eso es lo que normalmente piensan los niños a esa edad), comprendí que era un momento de vital trascendencia en su pequeña vida. ¿Cómo explicarle a un niño que es un hijo de un hogar mixto? ¿Cómo decirle, a sus siete años, que es de Colombia, pero también de Alemania? ¿Que su corazón es de aquí, pero también de allí? ¿Qué el lugar donde está situado el hogar no es un punto fijo en un mapamundi sino un lugar que toda persona lleva guardado en su mente, en su alma y en su corazón?
La teoría de Erik Erikson sobre la formación de la personalidad en los niños llegó a mi mente como un rayo y en ese instante estuve segura de que la autoestima de mi hijo estaba en juego, de la respuesta que le diera dependía su futuro y el que asimilara la migración como un hecho positivo en nuestras vidas y se sintiera orgulloso de ello.
Todo pasó en una fracción de segundos, pero para mí fue como si hubiera tenido una hora completa para pensar la respuesta.
– Hijo -empecé a decir-, tu eres una persona afortunada, un ser extraordinario que cuenta con un don que no todo el mundo puede decir que tiene, tu perteneces a dos países, el país de tu padre y el país de tu madre, tu puedes decir que eres colombo-alemán o alemán-colombiano como lo prefieras, y mientras tus amiguitos pueden contar experiencias extraordinarias sobre un solo país tu podrás exponer tus experiencias sobre dos países.
Mi hijo permanecía en silencio y me miraba fijamente a los ojos mientras yo hablaba.
– Aquí en nuestra casa tenemos un árbol de navidad típico de Alemania y a la vez un pesebre típico colombiano. Al desayuno comemos Müsli de Alemania y arepas colombianas, y en la cena de navidad siempre disfrutamos de una deliciosa carne en rollo alemana al lado de unos buñuelos colombianos, y de postre hay siempre natilla y stollen. Así que cuando te pregunten dónde está tu hogar puedes responder con toda confianza: “Mi hogar está donde está mi familia y las personas que amo con todo mi corazón”.
Mi hijo se quedó callado un rato pensando o asimilando la información que yo le acababa de dar. Yo por mi parte estaba feliz, pensando que el amor de madre tiene el don de darnos respuestas posibles a preguntas imposibles. Estaba en esas cavilaciones esperando una reacción de mi hijo cuando él contestó:
– Si, mami, eso ya lo sé -me dijo mientras ponía su mejor cara de hombre sabio-. Pero es que yo nací en España y en la obra de teatro de la escuela me toca hacer el papel de un niño que acaba de llegar de ese país y yo no tengo ni idea de cómo se celebra la navidad allí.