La migración y los hijos
Llevo días tratando de escribir, pero la musa de la inspiración de se ha ido de vacaciones y no sé cuándo va a regresar, sin ella me siento sola y no encuentro que hacer con mi tiempo libre. Eso le dio pie a mi vieja amiga, la nostalgia, para creerse con derecho a visitarme. Un poco confundida, alcancé a abrir la puerta cuando tocó, pero en ese instante uno de mis hijos me dijo que se sentía muy triste y que no sabía que hacer. Mi instinto de madre, que suele mantenerse a la distancia en lo referente a mis temas personales y de migración, se puso a cargo de la situación y cerró esa puerta de un solo portazo, por lo que la nostalgia tuvo que regresar a su rincón solitario y oscuro.
La situación es que les hemos contado a nuestros hijos que muy pronto tendremos que mudarnos a otro país y esa conversación nos ha afectado a todos, mi marido se ha refugiado en su trabajo, yo como ya lo dije he enviado a mi musa de vacaciones y mis hijos están experimentando por primera vez en sus pequeñas vidas la incertidumbre de no estar muy seguros de lo que les depara el futuro.
Yo ya había investigado sobre el tema con antelación, de manera que la situación no me tomó completamente desprevenida. Días antes me había auto formulado la pregunta sobre ¿cómo pueden los procesos migratorios afectar a los niños? La primera respuesta que se me vino a la cabeza se me hizo bastante lógica: la migración afecta por igual a grandes y a chicos. Pero la realidad es muy diferente: la migración afecta de forma muy distinta a cada persona según el estado de madurez emocional e intelectual que tenga, por lo que es un proceso que se mira con ojos muy diferentes según las expectativas que se construyan sobre ella.
Luego de leer algunos artículos y consultar libros de psicología infantil llegué a algunas conclusiones que explicaré brevemente. Claro que primero debo aclarar que estoy hablando de una migración realizada en familia y de forma voluntaria, no voy a tocar el tema migratorio desde el punto de vista del desplazamiento obligado, o de la reunificación del núcleo familiar, o cuando los niños son enviados a vivir con familiares a otro país; esas situaciones, aunque pueden tener similitudes, sufren procesos psicológicos distintos.
Lo primero que voy a explicar antes de profundizar en qué hacer con mis hijos si vamos a migrar, es un breve resumen sobre las etapas sociales de los niños.
Los niños entre los cero y los tres años no han construido todavía el concepto de sociedad como tal, y por tal razón el medio en el que se encuentre su familia no lo afecta de manera directa, a menos que su círculo familiar haya cambiado. Para decirlo de forma más sencilla, para un niño a tan corta edad, lo más importante son sus padres o adultos que lo cuidan y la seguridad que le trasmiten. Si él está con ellos el resto no es importante.
A partir de los tres años y hasta su ingreso a la educación básica, que en algunos países inicia a los cinco o seis años y en otros a los siete, el concepto de vida social empieza a formarse y a consolidarse. Los niños crean sus primeros lazos afectivos con personas diferentes a su ambiente familiar íntimo.
Entre el inicio de la edad escolar y el inicio de la adolescencia, que se da más o menos entre los once y los trece años, el concepto de sociedad se amplia y las relaciones interpersonales empiezan a ocupar un espacio destinado en épocas anteriores únicamente a la vida familiar. El concepto de amistad empieza su proceso de afianzar la construcción de su identidad personal.
En la adolescencia el yo busca una afirmación social, de allí la importancia primordial de encajar en un circulo social y de sentirse perteneciente a lugares y estilos de vida.
¿Por qué he explicado estos conceptos de desarrollo socioafectivo de los niños? Porque la afectación que tenga la migración en los niños depende, entre otros factores, de la etapa por la que esté atravesado el niño.
Es así como en la primera etapa, entre cero y tres años, la afectación es mínima, por no decir nula, mientras que en la adolescencia el rompimiento de los lazos afectivos puede generar estados de depresión si no se toman las medidas adecuadas para prevenirlas. Todo depende de la actitud que tomen los padres y la forma como ellos mismos asuman su proceso migratorio.
A continuación algunas pautas que pueden facilitar el proceso de asumir el duelo migratorio en los niños:
1. Es muy adecuado utilizar los cuentos infantiles como Ulises en la Odisea o Marco Polo como preámbulo con los más pequeños para poderles explicar el cambio que van a experimentar durante la migración. Los niños en edad preescolar miran el mundo desde perspectivas muy diferentes a las de los adultos, ellos suelen asumir la palabra de los padres como verdad absoluta por lo que el tema debe ser tratado con ellos sin crearles falsas expectativas, pero a la vez mostrando el cambio de país como una aventura en la que ellos y sus padres son los protagonistas.
2. Los niños en edad escolar ya tienen establecidas relaciones sociales afectivas y poseen una visión un poco más amplia del mundo que los preescolares, el tema con ellos se debe tratar de forma más concreta mostrando la migración como un aspecto positivo que va a cambiar la vida para mejor y como una aventura en sus vidas. Es imprescindible brindarles la información suficiente sobre el futuro país de residencia con fotografías y videos, además de ambientarlos en las posibles costumbres con las que se van a encontrar. La despedida de su grupo de amigos y profesores es un ritual prioritario, y se recomienda que esta implique una precepción por parte del niño de que las relaciones no se cortarán de forma definitiva, sino que el contacto se mantendrá a pesar de la distancia. De allí que es aconsejable que en su salón de clases se comparta un cuaderno donde cada compañero y profesor coloque su foto, teléfono y dirección de correo electrónico, dibujos y comentarios sobre el niño que migrará; de esa manera, cuando la migración ya se haya dado y el hijo inicie un proceso de nostalgia, los padres podrán apoyarlo llamando por teléfono o contactando a su mejor amigo o mirando los mensajes positivos recibidos y que se encuentran en su cuaderno de despedida. También se pueden escribir cartas o e-mails para ser enviados a sus antiguos profesores y compañeros de escuela. Por experiencia sé que ese proceso se da al comienzo y no dura más de uno o dos meses, tan pronto el niño ha establecido un nuevo círculo social en su nuevo colegio, los amigos del pasado pasan a ser parte de sus recuerdos.
3. La migración en la adolescencia es mucho más compleja, sus relaciones afectivas son muy fuertes y la separación puede generar gran rechazo. En estos casos la preparación debe darse con tiempo para que el adolescente pueda asumir el proceso al que se va a enfrentar. Siempre es importante mostrar los aspectos positivos que la migración representa para él o ella, pues ya no son niños y a esa edad no desean ser tratados como tal, aunque no posean la suficiente madurez afectiva que un joven o un adulto. Es importante que el adolescente sienta que no es una decisión
egoísta de sus padres sin tener en cuenta sus intereses, sino que la migración hace parte de su desarrollo dentro de la sociedad. Es muy importante también que el adolescente realice las despedidas necesarias y que los canales de comunicación con sus amigos y amigas queden abiertos, ya sea para una eventual visita de parte de él o ella a su país de origen o de sus amigos o amigas hacía él. Aunque las posibilidades de que esto se dé sean mínimas, lo importante es que la esperanza debe mantenerse abierta como una posibilidad.
Cuando ya se está en el país de acogida es normal que el adolescente muestre una fase de rebeldía y desasosiego, por lo que es muy recomendable que se les mantenga ocupados con diferentes actividades que ocupen sus mentes y energías, sobre todo deportivas, o mediante la asignación de tareas que los empoderen, por ejemplo, ayudar en la decoración de la casa o desempacando las cajas de la mudanza. También es muy importante que ellos participen
activamente en la búsqueda de su nuevo colegio. Ya sé que la migración con familia implica en muchas ocasiones experimentar limitaciones económicas que no se tenían en el país de origen, pero es básico el empoderamiento del adolescente en el proceso y que sienta que se le trata como un adulto en desarrollo y no como un niño bajo el yugo de sus padres.
4. El dialogo es fundamental en todos los casos, los padres deben ser ese primer núcleo al que los niños y adolescentes acudan para expresar sus temores sobre el proceso migratorio. De allí que, aunque como adultos también nos sintamos agobiados por nuestro propio proceso migratorio los hijos deben ir siempre en primer lugar.
Por eso ese día en que mi musa estaba de paseo y ante la evidente sensación de miedo que expresaba mi hijo mayor ante nuestra futura mudanza, decidí dedicar la tarde a estar con mis hijos, de diez y ocho años, soñando despiertos sobre lo que nos puede deparar el futuro en nuestro próximo país de acogida y elaborando un lindo cuaderno donde cada uno de sus amiguitos, compañeros de escuela y profesores les escriban y les dibujen cosas que podamos ver
juntos una vez nos hayamos mudado.
Luego de esa maravillosa tarde al regresar mi esposo a casa, lo integramos a nuestro juego imaginario y ahora todo ha regresado a la normalidad, todavía nos quedan muchos meses antes de que la migración se haga realidad, pero el primer paso ya lo hemos dado y mi musa de la escritura por fin ha regresado de sus vacaciones.
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Gracias