La migración como proceso de crecimiento
En la antigüedad, el matemático griego Arquímedes dijo: “Denme un punto de apoyo y moveré el mundo”. En sicología se puede decir: “Denme un motivo y cambiaré al mundo”. En este sentido, las motivaciones son el motor que nos impulsan a realizar cualquier actividad, en especial aquellas que nos producen placer y, por lo tanto, crecimiento personal, y el mundo al que me refiero es el de la proyección de nuestro yo en el mundo real, es decir el mundo interior, aquel que todos llevamos por dentro y nos define como personas, aquel al que le tenemos tanto miedo que preferimos refugiarnos en el agobio de lo cotidiano que conocernos a nosotros mismos y por lo tanto mejorar las circunstancias que nos rodean.
La mayoría de las personas ignoran este principio y dejan que sus vidas transcurran en un devenir sin sentido. En un existir sin vivir. No es lo mismo realizar una actividad por obligación, porque a este mundo se viene a sobrevivir, que realizar una actividad por placer personal y a la vez sentirse realizado al cumplirla. Cuando optamos por la primera opción, algo en nuestro interior nos está indicando que estamos incompletos, pero la mayoría de las personas acallan esa voz interior con ocupaciones laborales y familiares que nos les permiten reflexionar a profundidad sobre sí mismos. Esto trae como consecuencia una proyección negativa sobre el mundo real, que se ve reflejada en estados de ánimo alterados, agresividad, depresiones, enfermedades e insatisfacción laboral.
Solo aquellos que tienen la valentía de conocer sus motivaciones personales pueden llegar a construirse un mundo interior pleno y placentero, y, por lo tanto, una vida exitosa en el campo social, familiar y laboral. Pero ¿cómo lograr ese ideal? Todo esto del conocimiento interior parece sacado de uno de esos manuales de Yoga. La verdad es que no es necesario practicar ninguna disciplina oriental, aunque realizarlo facilita muchísimo el proceso.
Lo que debemos conseguir es una motivación, un algo que nos mueva por dentro, y realizarla, aunque en un comienzo sea por hobby. Un me encanta realizar esta actividad que sabemos que existe y que conocemos desde que éramos niños, porque todos los seres humanos poseemos un don particular que nos hace únicos y si logramos unir esa cualidad, o mejor, esa capacidad con nuestra profesión conseguiremos un estado de plenitud y, consecuentemente, de satisfacción con nosotros mismos.
Todo eso suena muy bonito, por lo menos en teoría, pero ¿cómo conseguirlo? La respuesta es sencilla: siendo sinceros con nosotros mismos. Si nos encanta cocinar, o escribir, o ayudar a los demás, o pintar, o practicar algún deporte, o realizar una actividad manual, o leer, ¿por qué no hacerlo? Puede que en un comienzo no ganemos dinero con ello o no recibamos reconocimiento, pero con el tiempo es posible que esa actividad se convierta en nuestro sustento diario. ¿Quién ha dicho que debemos dedicarnos toda la vida a hacer lo que no nos gusta solo porque de esa manera ganamos el dinero para nuestro sustento diario? La mayoría de las personas adineradas lo son porque han encontrado la manera de realizar lo que les gusta y disfrutan haciéndolo, y los demás no somos muy diferentes de ellos.
Todo esto tiene que ver con la zona de confort, que en términos de la sicología es una zona mental donde no se tiene sentido de riesgo. Es un estado donde la persona se siente cómoda y del cual no desea apartarse, porque el miedo al riesgo es más fuerte y por lo tanto es mejor evitar los cambios. Pero el ser humano evoluciona día a día, y si permanece demasiado tiempo en una zona de confort pronto sus capacidades cognitivas y sociales se empezarán a dormir y crecerá un inconformismo interior con el que deberá debatirse día a día. En esa zona de confort por lo general la persona prefiere que los demás sean los que tomen las decisiones en su vida, evitando tomar el riesgo de asumir la responsabilidad.
¿Y qué tiene todo esto que ver con la migración? Cuando una persona migra su zona de confort se rompe, lo que trae como consecuencia un estado de inestabilidad que hará surgir en su interior un guerrero que le ayudará a buscar la manera de superar los obstáculos a los que se verá enfrentado durante su proceso de adaptación al extranjero y a madurar en su conocimiento personal.
Los migrantes, a causa del duelo por el que atraviesan en su proceso de adaptación al extranjero, se ven confrontados con su yo interior y ese sentimiento latente de que deben buscar algo más, pues han renunciado a demasiadas cosas para conformarse con menos de lo que tenían en sus países de origen. Es en ese momento cuando construyen motivos que los llevan a ser creativos con los recursos internos y externos que disponen a mano. Es así como muchas personas aprenden la lengua extranjera de forma más rápida de lo esperado, la creatividad y la recursividad afloran como salidas para solucionar problemas, el carácter se torna más abierto y receptivo, e incluso muchos se convierten en emprendedores como único medio para salir adelante. Ejemplos tenemos por toda la historia de la humanidad. Parte del motor de desarrollo de los países industrializados se ha producido gracias a los migrantes que deseaban hacer sus sueños realidad en esa tierra extranjera y eso sigue sucediendo día a día.
Crecer interiormente es y será siempre un proceso ascendente, y una motivación es la clave para salir adelante, por lo que el migrante cuenta con una oportunidad única de crecimiento interior pues el migrar implica romper con el pasado y formar una vida nueva. Ya dependerá de cada uno si se cambia a mejor o mucho mejor de lo esperado. Desde este punto de vista, la migración es un motor de crecimiento interior para el que logra superar y llevar a feliz término el duelo del migrante.
En mi libro Lejos de casa explico a profundidad cada una de las etapas por las que atraviesa un migrante en su proceso migratorio, aclaro las dudas sobre los duelos del migrante y doy pautas a realizar que potencian el desarrollo de esas habilidades intrínsecas que cada ser humano posee para que la migración sea un proceso de crecimiento interior y exterior.
No niego que la vida en el extranjero no es ningún mar de rosas, todo lo contrario: es una experiencia dura. Lo que estoy diciendo es que, si sabemos enfrentar las dificultades con las herramientas adecuadas, lograremos salir a buen término y nos encontraremos con una realidad positiva frente a la nueva vida que hemos construido en el extranjero. Todo depende de la actitud que tomemos y de las motivaciones que construyamos para aprovechar esas habilidades individuales que son nuestra gran fortaleza humana.
Siempre he pensado que mientras el migrante esté mejor preparado para el proceso, mejor podrá asumir la migración y sus consecuencias en su vida individual, familiar y social. De allí la idea de escribir un libro que fuera una guía para ser un migrante feliz.
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Muchísimas gracias.