Un deseo cumplido

Pluma


Acabo de llegar de un viaje que me ha cambiado por completo la perspectiva del papel que juegan los deseos en la vida de las personas. Estaba visitando a una amiga que conocí cuando estaba en la universidad. En aquella época las dos vivíamos en una residencia universitaria. Yo acababa de ingresar a estudiar Psicología y ella ya estaba terminando su carrera en Administración de Empresas.

Compartimos muchas experiencias durante nuestra juventud y luego de que ella terminara su carrera nos mantuvimos en contacto a pesar de la distancia. Su nombre es Maricarmen y meparece increíble todo lo que le ha sucedido en el transcurso de los últimos tres años.

Todavía la recuerdo en la residencia universitaria cuando ocultaba sus ojos cafés detrás de unos lentes de contacto de color azul. Para ella la naturaleza había cometido un error genético terrible al enviarla a la vida con el color de ojos equivocado. Desde que era una niña le había importado muchísimo la belleza física y en esos momentos en que no sabíamos lo que nos deparaba el futuro, ya mostraba sus dotes para transformar a una mujer hermosa en una mujer espectacular.

A Maricarmen la vida la llevó por el camino del éxito. A los pocos años de graduada empezó a trabajar con una multinacional especializada en cosméticos que la llevó a México, y luego de varios años de arduo trabajo, en uno de esos arrebatos de entusiasmo que tanto la caracterizaban cuando estaba en la residencia universitaria, renunció a su trabajo y fundó su propia compañía cosmética. Al comienzo fue muy duro y por un tiempo creyó que no podría lograrlo, pero con esfuerzo y sacrificio sacó adelante el proyecto de su vida y desde entonces se casó con su trabajo en una unión inseparable.

Es una mujer hermosa: delgada, alta, de piel canela y cabello rubio como si el sol la hubiera besado cuando ella aún estaba en su cuna. Cualquiera podría pensar que le sería muy fácil encontrar una pareja, pero no fue así, y no es porque le hayan faltado pretendientes, más bien fue porque ninguno llegaba a cumplir sus expectativas, hasta… bueno, hace ya casi un año de aquella tragedia y con solo recordarla me estremezco, un frío intenso me recorre la espalda, erizando la piel de mi nuca.

A pesar del gran éxito laboral y económico que enmarcaba su vida, Maricarmen siempre tuvo un sueño para sus adentros: encontrar una persona, que además de amarla sinceramente, pudiera valorar sus conocimientos académicos y cualidades para formar empresa, cosa que durante toda su vida le había sido bastante difícil, pues la mayoría de los hombres que la pretendían pertenecían a su entorno laboral y no le despertaban mayor interés personal. Otros, en cambio, a los que conocía en el campo social si le eran de total interés, pero muchos de ellos salían corriendo al enterarse que era una exitosa ejecutiva dueña de su propia empresa y otros parecían solo interesarse en la estabilidad económica que ella les podría brindar.

Con los años Maricarmen empezó a aceptar su condición de soltera incorregible y perdió el interés en formar relaciones estables, tan solo disfrutaba de encuentros fugases que le proporcionaban el placer suficiente para sentirse una mujer hermosa y exitosa. Su mundo se centraba en sus negocios y el éxito de su empresa, pero en el fondo de su corazón sentía que le hacía falta algo más, constantemente se planteaba las preguntas ¿Qué me hace falta? ¿Por qué me siento vacía a pesar de mi éxito?

Un día, asistió a una conferencia sobre auto superación, y no es que sintiera que la necesitara, o al menos eso es lo que ella pensaba, sino que quería expandir su mercado y vio allí un mundo de posibilidades: personas faltas de autoestima que buscaran superar sus dificultades en la vida, ¡un buen mercado para su empresa de cosméticos! Pensó en su interior.

Pero la conferencia, contrario a lo que ella pensaba, sí la llevó a confrontarse con ella misma y sus falencias, y la puso a reflexionar sobre sus objetivos en la vida y esa falta de felicidad que percibía al llegar a casa y encontrarse sola. En aquella conferencia aprendió a focalizar sus intereses y a creer en el poder de sus deseos y su mente, un concepto nuevo para ella, que siempre había creído que los sueños solo eran para las personas poco realistas. Ella se consideraba pragmática y solo creía en lo que podía percibir y contabilizar, pero se dio cuenta que en el campo sentimental es a veces mejor creer y desear que analizar.

Empezó a indagar sobre temas como el poder de la mente, las afirmaciones positivas y la ley de la atracción. Leyó historias de vida de personas que aseguraban haber cambiado su mundo tan solo con el poder de su mente y sus deseos. Realizó experimentos personales para determinar si era posible que pequeñas cosas sucedieran a través de sus deseos, y poco a poco tomó conciencia de que sí era posible la existencia de un mundo movido por las energías y los deseos de las personas.

Juiciosa, inició a escribir una agenda a la que llamó El diario de mis deseos, y todos los días escribía en ella “Deseo ser madre”, entre otros deseos. Días después, siendo analítica de lo que estaba escribiendo, cambió su deseo y escribió “Deseo un hombre que me haga ser madre”. Después de algún tiempo el deseo evolucionó a “Deseo un hijo”.

Con el paso del tiempo, y en vista de que la realización de ese sueño se tomaba su tiempo, llegó a plantearse la posibilidad de realizarse una inseminación artificial, pero la idea de no conocer al padre de su hijo le parecía un acto demasiado egoísta. Luego se fue sumergiendo de nuevo en su mundo de los negocios y el éxito empresarial y fue dejando atrás ese deseo y aquella agenda en la que había invertido parte de su valioso tiempo, hasta que llegó el día en que la guardó en un cajón de su escritorio y nunca más volvió a verla.

Hace tres años, por cuestiones de negocios tuvo que hacer un viaje a Europa que la llevaría por diferentes países entre los que estaba Dinamarca y Suecia. Como primero había estado en Copenhague y desde allí es muy fácil y cómodo el trasporte por tren hasta la capital de Suecia, tomó el primer tren de la mañana hasta Estocolmo, en un recorrido que le tomaría cinco horas y media a través de hermosos paisajes nórdicos, incluido el paso por el famoso puente-túnel de Öresund en el Mar Báltico, una verdadera obra arquitectónica y de ingeniería.

Apenas tomó su asiento, se encontró al lado de un hombre de unos cuarenta y ocho años, de ojos azules, piel bronceada y cabello castaño con insipientes canas en su cabello, justo a los costados sobre sus orejas, que le daban un toque de madurez y a la vez lo hacía ver muy atractivo, detalle que no pasó desapercibido para mi amiga, a quien siempre le habían gustado los hombres con aire de madurez y suficiencia. Su nombre era Clemens, un ingeniero civil norteamericano, que vivía en La Florida. Como director de proyectos multinacionales de una gran empresa constructora, estaba entregando una autovía en Copenhague, y antes de regresar a su país había decidido tomarse unos días de vacaciones en Estocolmo, una ciudad que siempre le había llamado mucho la atención por su belleza arquitectónica.

Apenas tomaron el túnel por debajo del mar, Maricarmen, para romper el hielo con su compañero de silla decidió decirle en inglés un comentario sobre lo espectacular que era saber que ahora mismo estaban por debajo del mar y que esa construcción debió ser un trabajo de ingeniería verdaderamente memorable, lo que dio pie para que Clemens iniciara una conversación que se tornó verdaderamente interesante.

El tiempo transcurrido en el tren al lado de Clemens fue realmente muy agradable. La conversación se alargó y las risas no cesaron de sonar. Los dos tenían muchas cosas en común, especialmente en lo relacionado con sus gustos y la visión de vida. A la hora de la despedida intercambiaron sus tarjetas de presentación. A los pocos días ella culminó su viaje de negocios y regresó a México. Lejos estaba Maricarmen de imaginar el papel que ese desconocido desempeñaría en su vida.

Una vez en casa, Maricarmen revolvió su cartera y todas sus cosas de viaje hasta que encontró la tarjeta del interesante ingeniero. Sin embargo, no vio la más mínima posibilidad de entablar algún tipo de relación con él, aunque tuvieran muchas cosas en común. Él vivía en La Florida y ella en México, y no estaba interesada en amores a distancia. Colocó la tarjeta al lado del espejo de su tocador y cada vez que se sentaba a maquillar la miraba con nostalgia, pero no se sentía con la fuerza de llamarlo, ni de tirar la tarjeta a la basura.

Meses después recibió la llamada de aquel interesante hombre. Él estaba en la ciudad encargado de realizar unas negociaciones entre la empresa para la que trabajaba y el Gobierno de México para la realización de un mega proyecto. Ahora él tendría que fijar su lugar de residencia allí por un buen tiempo. La primera cita no se hizo esperar y el amor surgió como las flores en la primavera. En menos de un mes Clemens ya se había instalado en la casa de mi amiga y compartían una vida de pareja plena y relajada. Todo parecía indicar que las afirmaciones habían funcionado.

Él ya había estado casado y tenía un hijo de doce años que vivía con su madre en los Estados Unidos. Tres meses después llegó el momento de conocerlo, y cuando Maricarmen lo vio le regresó el deseo que había guardado y escondido durante mucho tiempo: quería ser madre, y ahora sería tal vez su última oportunidad. El cuerpo de la mujer tiene fecha de caducidad y si no era en ese momento, no sería nunca. Cuando comunicó sus deseos a Clemens, él se alegró por completo. Estaba decidido: formarían una familia sin estar casados, el matrimonio implicaba demasiado papeleo y le quitaba la fantasía al amor.

Yo, como buena amiga me alegré muchísimo con la noticia. Sabíamos que la concepción tomaría su tiempo, pero si aplicaba ese pensamiento positivo que siempre le imprimía a todas sus actividades en la vida, era casi seguro que sucedería. Once meses después, Maricarmen tuvo que venir a Serbia y otros países de la región por asuntos de negocios. Yo obviamente no iba a admitir que se quedara en un hotel, así que se hospedó en mi casa durante su estadía en Belgrado.

A los tres días de su llegada, entre risas y cuentos, recordando anécdotas universitarias, pasamos una hermosa velada y al tocar el tema de los hijos ella cayó en la cuenta de que tenía un retraso en su ciclo menstrual. De inmediato pedimos una prueba de embarazo a domicilio y en un minuto la noticia estaba confirmada. Maricarmen llamó entusiasmada a Clemens y le contó la buena nueva. Él lo celebró con alaridos y todos reímos mucho esa noche.

A la mañana siguiente me despertó una llamada muy extraña. Era del jefe de publicidad de la empresa de Maricarmen en México y su mano derecha. Ella le había dado mi número de teléfono, ya que, en caso de no poder contactarla por algún motivo, ella estaba segura de que yo le daría su mensaje sin tardanza. Tan pronto contesté, un hombre con voz de alterado, y luego de una corta presentación para que yo supiera con quién hablaba me dijo que debía ayudar a Maricarmen para que fuera muy fuerte en ese momento. Clemens había sufrido un infarto y había fallecido.

Con el corazón en la mano desperté a Maricarmen quien estaba radiante. Su sueño por fin se había hecho realidad y ahora sería madre. Tendría un hijo que era, al fin de cuentas, lo único que deseaba verdaderamente. No tardé mucho en darle la noticia. Ella permaneció callada por un largo tiempo y luego rompió en lágrimas que me desgarraron el alma. Fue un momento muy doloroso.

La muerte de Clemens se había dado de forma muy dramática: estaba hablando con su exesposa por Skype, al parecer estaban planeando las vacaciones de verano de su hijo. De eso me enteré unos meses más tarde hablando con Maricarmen. En fin, Clemens en medio de la llamada empezó a sentir un fuerte dolor en el pecho, y luego, ante los ojos incrédulos de la mujer se desplomó de la mesa y quedó tirado en el piso ante la vista de ella. La mujer, en su desespero, trató de contactar a alguien que pudiera ayudarlo en esas circunstancias, pero no tenía el teléfono de Maricarmen ni de ninguno de sus amigos en México. Era de noche y en la empresa de él nadie contestaba y aunque publicó un aviso en Facebook para que algún amigo de él la contactara, pareció que nadie se tomó en serio su aviso. Finalmente decidió llamar a la policía de su ciudad en los Estados Unidos para que ellos se pusieran en contacto con la policía de México y pudieran asistir para llevarlo al hospital.

Todo ese proceso tomó su tiempo y cuando los paramédicos llegaron lo encontraron muerto, pero al parecer, aunque hubiesen llegado a tiempo no hubieran podido hacer nada. El infarto había sido fulminante.

De eso hace ya un año. Hoy regresé de mi viaje a México en el que, además de visitarla, pude asistir al bautizo de su hijo, a quien le ha puesto el nombre de su padre. Yo imaginé que estaría destrozada, pues había encontrado el amor de su vida y en un abrir y cerrar de ojos lo había perdido para siempre. Pero no ha sido así. Su dolor se ha disipado, y aunque aún llora de vez en cuando me ha dicho unas palabras que me han dejado anonadada: “Clemens, mi hijo, es el amor de mi vida, lo que siempre desee, es mi deseo cumplido, el gran regalo de un hombre maravilloso que me amó con generosidad y que no quiso dejarme sola por el resto de mi vida”.

No comprendí por completo el significado de lo que me dijo, hasta que me narró la historia de Clemens. Él había nacido con un corazón defectuoso y paso casi toda su infancia en hospitales, hasta que en su juventud le realizaron un trasplante. Maricarmen sabía de esa operación, pues le había preguntado por la cicatriz en su tórax. Lo que no sabía era que ese corazón había empezado a fallar dos meses antes de su muerte y que las arritmias eran casi frecuentes. Él mismo le había dicho a su mejor amigo que el médico no le daba muchas esperanzas de vida, pero que iba a luchar por lo que más deseaba en esos momentos, que era tener un hijo con Maricarmen.

Durante todo este año de duelo, ella ha reconstruido su historia con él paso a paso, y en su búsqueda de consuelo encontró la pequeña agenda de sus deseos, y entonces se dio cuenta de que había sido afortunada. Ella había escrito muy claramente que deseaba un hijo y eso era lo que había recibido, su sueño se había cumplido. Cuando me despedí de ella en el aeropuerto para regresar a casa, me dijo una frase que no me ha dejado en paz durante todo el camino: “Ten cuidado con lo que deseas, porque los deseos se hacen realidad”.

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