Mejorar la autoestima en los niños
Debo reconocer que como madre siempre estoy preocupada por hacer lo correcto, y hablando con otras mujeres de mi edad he descubierto que no es una preocupación individual, sino que hace parte del rol de madre en las nuevas generaciones.
La humanidad lleva millones de años criando niños según las costumbres existentes en cada época, pero fue solo hasta mediados del siglo veinte cuando empezó a surgir una verdadera preocupación por los niños y su adecuado desarrollo afectivo. En épocas previas los niños eran vistos como adultos pequeños y sus sentimientos, deseos o motivaciones no eran un aspecto a tener en cuenta por parte de sus padres. Los niños se criaban al lado de ellos y aprendían repitiendo sus comportamientos, luego se crearon las escuelas, pero allí la prioridad era el desarrollo intelectual de los niños, por lo que el desarrollo afectivo, en muchas ocasiones, nunca estuvo dentro de los aspectos a tener en cuenta.
Ahora, con el avance de la psicología y su papel en la interpretación de la búsqueda de la felicidad en las personas, el desarrollo afectivo ha cobrado vital importancia, especialmente en los niños, y es en ese momento cuando surge el concepto de autoestima, palabra que como madre me roba el sueño, pues su adecuado desarrollo es vital para que ellos consigan el éxito y la felicidad ¿y qué madre no quiere eso para sus hijos?
Autoestima es la conciencia que una persona tiene sobre su propio valor, es decir, es la medida con que una persona se valora a sí misma, ya sea un niño o un adulto, y del grado de aceptación que una persona tenga hacia sí misma depende en cierta medida su felicidad, pues la autoestima es la que le dará el valor para enfrentarse a los problemas cotidianos sin sucumbir a las críticas, es la que le dará el empuje para luchar por sus derechos respetando las diferencias de los otros y es la que lo impulsará a buscar un empleo en el que se sienta realizado.
Así pues, como padres una de nuestras prioridades debe ser construir en nuestros hijos una autoestima sólida, y para lograrlo teorías hay muchas. Escribir sobre métodos para subir la autoestima de los niños es más fácil que llevarlo a cabo, sin embargo, por mi experiencia personal, no solo como psicóloga, sino también como madre, me he dado cuenta de que existen tres formas adecuadas de construir autoestima en los niños:
1. Empieza por dar ejemplo: Si la mamá o el papá hablan de sí mismos de forma despectiva, es de esperarse que los hijos hagan lo mismo. Es muy típico que una persona al momento en que comete un error utilice en voz alta las siguientes expresiones para refiriéndose a sí mismo:
– Qué tont@ (…idiot@, brut@, estúpid@, etc. …) ¿cómo es posible que me equivoque de esa manera?
Los niños escuchan estas expresiones y luego las repiten consigo mismos, y ese pensamiento se va interiorizando hasta que la autoestima empieza a bajar drásticamente. Es mejor cambiar esa manera de reaccionar a los errores personales, utilizando expresiones más adecuadas:
-¡Me equivoqué!
Bueno, la próxima vez lo haré mejor.
Suele suceder, lo importante es corregir el error.
Es de humanos equivocarse.
Un error lo comete cualquiera y me sirve para aprender.
Puede que al comienzo le sea muy difícil cambiar, la mayoría de las respuestas que damos en un momento de angustia o dolor se dan casi de manera automática, pero con esfuerzo, tomando conciencia de lo errado de nuestras expresiones y con un toque esencial de fuerza de voluntad, el cambio se puede dar y los beneficios no solo serán para sus hijos, sino ustedes mismos como personas y padres notarán los grandes cambios en sus vidas personales.
2. Olvida las comparaciones: Es muy común que los padres corrijan a sus hijos comparándolos con otros niños o que se utilicen expresiones donde se de a entender que la opinión de los demás es más importante que la individual. Por ejemplo:
– Si tu …hermano, hermana, primo, prima, amigo, amiga… lo puede hacer, ¿por qué tú no?
– Yo …tu madre, padre, tío, tía, abuelo, abuela, hermano, hermana, primo, prima…etc. a tu edad ya hacía eso a la perfección.
Con estas expresiones o algunas otras parecidas, le estamos dando a entender al niño, que él se encuentra en un nivel inferior a los demás, lo que afectará su seguridad y lo llevará a buscar siempre un punto de comparación desde donde valorar su actuar y su forma de pensar. La inseguridad empezará a regir sus decisiones. Lo adecuado es cambiar estas expresiones de comparación por alguna de las siguientes:
– Estoy segur@ de que puedes hacerlo mejor.
– Tienes grandes capacidades, siempre podrás hacerlo si realmente te lo propones.
– Date tiempo ya verás como lo consigues.
– A veces las cosas toman tiempo, confía en ti y lo conseguirás.
En cuanto a la importancia que se le da a la opinión de los demás, es común escuchar que los padres corrigen a sus hijos diciéndoles:
– No hagas eso… qué dirá la gente (los vecinos, tus amigos, tus abuelos, tus tíos, etc.)
Con esa sola frase, el niño entiende que la opinión de las demás personas acerca de lo que él dice o hace es muy importante y al crecer tratará de realizar actividades que agraden a los otros sin importar lo que él sienta al respecto. Es mejor cambiar esta expresión por:
– No hagas eso, eres un niño muy inteligente (… muy lindo, muy creativo, muy guapo…etc.) y estoy segur@ que puedes comportante adecuadamente.
– No hagas eso, no es adecuado.
– Sería más (…lindo, agradable, adecuado…etc.) si dejaras de hacer eso.
La idea es corregir de forma positiva, yo sé que es muy complicado en algunas ocasiones mantener la calma cuando los niños realizan actos que nos dejan en evidencia ante los demás o que nos hacen sentir abochornados, pues hemos sido criados bajo el yugo del qué dirán, pero la prioridad es enseñar un comportamiento a nuestros hijos y si sabemos corregirlo con un adecuado tono de voz, firme pero sin gritos, se conseguirá el efecto esperado y la lección se aprenderá de forma definitiva sin afectarle a los niños su amor propio.
3. Nunca utilices la crítica como método para corregir: Finalmente, cambiemos esa manera de ver solo lo negativo y resaltar los errores de los niños. Los padres somos los primeros críticos de nuestros hijos y por lo tanto los primeros que empiezan a infundir en ellos el sentido de que son personas imperfectas que necesitan ser mejoradas, cuando en realidad todos llevamos por dentro un sistema interno que nos indica qué es correcto y qué es incorrecto y nuestro verdadero papel como padres es mostrar el camino adecuado para escuchar esa voz interior que nos muestra el camino. Cada individuo es diferente y no podemos esperar que nuestros hijos se comporten como nosotros esperamos siempre, ellos también tienen su propio carácter.
Algunas personas dirán que eso depende de la edad y en cierta medida tienen razón, pues entre más pequeño el niño más fácil infundir nuestras ideas en ellos, pero a medida en que van creciendo los niños van creándose su propia imagen sobre el mundo y cómo funciona. La idea no es dejarlos hacer lo que quieran sin control, eso es irse al otro extremo. Un padre o una madre son los responsables de sus hijos y de sus actos, por lo que nuestra labor es orientarlos por el camino correcto, pero de forma firme y sin ceder a sus chantajes emocionales, conducta en la que los
niños tienen una capacidad innata.
Corregir a los hijos es importante, pues los niños deben aprender límites y saber que hay autoridad y que las reglas son para respetar. Exagerado empoderamiento y libertad es otro extremo de la balanza y genera personas despreocupados y sin un verdadero sentido de vida. Claro que todo depende de la edad, pues a los hijos hay que irlos soltando poco a poco a medida que van creciendo, ya que el empoderamiento y la libertad desarrolla responsabilidad en los niños, especialmente en los adolescentes.
Seamos directos, firmes y constantes en nuestras correcciones, pero sin usar la crítica, pues esta solo produce dolor y corroe la autoestima llevándola a sus mínimas medidas. Es muy común que los padres utilicen algunas de las siguientes expresiones para corregir a sus hijos:
– ¿Por qué hiciste eso, acaso no te funciona el cerebro?
– ¿Es que no entiendes, eres …bruto, estúpido, idiota, retrasado…?
– ¿Por qué no puedes hacer eso, no te funcionan las neuronas?
– ¿Se te fundió el cerebro?
– ¿Por qué no puedes hacer eso? ¡Hasta un bebé lo puede hacer!
Entre muchas otras, algunas mucho más fuertes que las escritas aquí.
Es cierto que en los últimos años el maltrato físico ha bajado sustancialmente en algunos países, pero en su contraposición el maltrato psicológico ha aumentado, en especial por la presión que sienten los padres de que sus hijos rindan en la escuela y cumplan con los niveles establecidos por los centros educativos, donde en muchas ocasiones generalizan los conocimientos a adquirir sin tener en cuenta que existen muchas maneras de aprender e infinidad de niveles intelectuales y habilidades cognitivas, por lo que los niños no pueden ser medidos con la misma regla. En fin, este es un tema para otro artículo.
Valoremos a nuestros hijos por lo que son y el esfuerzo que le imprimen a las actividades que realizan, no olvidemos que los niños tienen una manera diferente de ver el mundo y que es mejor corregir con amor a hacerlo con resentimiento.
Cuando una persona está de mal genio a veces dice cosas que ofenden, aunque a primera vista no parecen y esas expresiones se van grabando poco a poco en la cabeza de nuestros hijos y van mellando su autoestima.
Es más adecuado cambiar las expresiones antes mencionadas por algunas como:
– Te equivocaste y es normal hacerlo, lo importante es aprender del error.
– La próxima vez lo vas a hacer mejor, todo depende de tu esfuerzo.
– Cuando se está aprendiendo se cometen errores y lo importante es corregirlos.
– Es normal equivocarse, seguro que la próxima vez no sucede.
Personalmente he optado por corregir a mis hijos utilizando un tono de voz que no da discusión a entender que estoy disgustada, y siempre coloco especial cuidado y control en las palabras que utilizo para corregirlos, pues una palabra puede ser un cuchillo con el que cortas el corazón de tu hijo o una pluma con la que grabas en su mente que es un ser que tiene derecho a equivocarse, y que a este derecho le sigue el deber de corregir.
Finalmente, la mejor manera de aumentar la autoestima de los niños o de que la mantengan en niveles óptimos es llevarlos a creer en ellos mismos, que confíen en la sabiduría de su interior, en el desarrollo de su cuerpo y en la energía de su mente y para logar esto yo siempre utilizo mi frase infalible:
– ¡Creo en ti! Estoy muy orgullosa de tu esfuerzo que es en realidad lo que más importa. Te amo.