Las tres sillas del migrante
Hace poco asistí a una obra de teatro del famoso humorista Frank-Markus Barwasser, un alemán que con su lengua picaresca sabe hacer reír a su público mostrándole la realidad desde una filosofía basada en el caos y el manejo de la culpa en el ser humano.
Durante aquella obra logré comprender que, aunque el humor es diferente en cada cultura, las bases sobre lo que se fundamenta son universales, por eso me fue tan fácil reírme con cada uno de sus chistes, pues su humor encierra una crítica a todo lo que denominamos el mundo moderno y esto se puede percibir, en Europa, América, Asia o cualquier otra parte de la tierra.
Dentro de su presentación hubo un acto que se quedó grabado en mi mente, y lo voy a denominar el acto de las tres sillas. Allí el actor se sienta en una silla y pide al público que se imagine que al lado de esa silla existen otras dos. A la primera la denomina la silla del soñador, a la segunda la silla del crítico y a la tercera la silla del realista.
Él, mediante un manejo fantástico de su voz y con el apoyo de una música de fondo, lleva a su público a comprender la manera en que esas tres sillas interactúan entre sí, pues son las tres visiones de una sola persona. El soñador que todos llevamos por dentro y que nos impulsa a emprender nuevos proyectos, el crítico que nos infunde miedo y negativiza cualquier visión de futuro, y el realista que es el que al fin y al cabo termina tomando la decisión, ya sea inclinándose
hacia un lado o el otro, y, para las personas más ecuánimes, el que encuentra un equilibrio entre esas dos personalidades.
En algunas ocasiones el individuo se sienta en la silla del soñador y deja que éste tome las decisiones, las cuales por lo general implican el inicio de proyectos sin analizar a profundidad los riesgos. En otros momentos la persona se sienta en la silla del crítico, el cual negativiza todo proyecto o idea que implique cierto riesgo, por lo que esa persona permanece en su lugar, sin arriesgarse a emprender nada nuevo, prefiriendo la protección y la seguridad de lo conocido y dejando los sueños irrealizables para la noche. Cuando una persona se logra sentar en la silla del realista, consigue encontrar un equilibrio entre el soñador y el crítico y toma las decisiones sopesando lo bueno y lo negativo.
Todos hemos pasado por ese tipo de situaciones, es como si escucháramos dentro de nuestra cabeza dos voces diferentes. Este tipo de encrucijada humana la supo ilustrar muy bien Walter Elías “Walt” Disney en sus dibujos animados, aunque él lo lleva al extremo de un ángel y un diablillo.
Los migrantes por lo tanto no estamos exceptos de pasar por esta clase de circunstancias, aunque puedo asegurar que el solo hecho de que vivamos en el extranjero es suficiente para presumir que tendemos a escuchar con mayor frecuencia a nuestro yo soñador. Sin él, y sin las ilusiones sobre una vida mejor, no hubiéramos nunca emprendido el viaje.
No puedo generalizar, cada migrante es diferente y las circunstancias por las que atraviesan también. Lo que si puedo decir es que al momento de pasar por las etapas de adaptación al extranjero que describo en mi libro Lejos de Casa, el migrante está en realidad viviendo una lucha interna entre esas tres conciencias de un solo ser. En la pre-etapa del proceso, que es la que se da antes del inicio del viaje y que es la que potencializa que la persona presuma que vivir en el extranjero es la mejor opción para cambiar su vida, el migrante está sentado sobre la silla del soñador y es éste el que toma todas las decisiones positivizando el futuro y mitigando los riesgos que el viaje implica.
Cuando el migrante ya está en el país de acogida e inicia la etapa uno de su proceso la que he denominado Todo lo nuevo enamora el migrante se sienta en la silla del realista, aunque aún continua con la visión positiva del soñador. Cuando la segunda etapa, La primera decepción, aparece, es el Crítico el que toma la palabra, por lo que la visión del país de acogida y del futuro se empieza a negativizar, llegando al momento más fuerte de dominio del crítico en la tercera etapa
denominada Choque de culturas.
Durante la cuarta etapa, Lucha contra la nostalgia, el migrante salta de silla en silla casi todos los días, es decir: un día se siente con la energía necesaria para enfrentarse a los problemas de adaptación al extranjero y otros días siente que le faltan fuerzas y que lo mejor sería regresar a su vida en la tierra natal.
Las siguientes dos etapas, la de El Guerrero y La magia del amor, son manejadas por la silla del realista, en la cual a través de la experiencia que le ha dado el estar sentado primero en la silla del soñador y luego en la del crítico, logra encontrar el equilibrio entre lo bueno y la malo de vivir en el extranjero, sabe evaluar las circunstancias con mejor criterio y mira su futuro con una visión más realista sin renunciar a los sueños pero a la vez sin negativizar todo lo que le sucede. Es en
este momento cuando se puede afirmar que el migrante está adaptado al extranjero y que logrará ser feliz allí.
Existe otra etapa que es innegable y que se repetirá cada vez que el migrante regrese a su país de origen, esta etapa recibe el nombre de Un extraño en su propia tierra. Aquí, al igual que con la etapa de Lucha contra la nostalgia, el cambio de silla es constante, pero con los años el migrante terminará sentándose en la silla del realista a la hora de regresar a su país de origen y la sensación de estar en el lugar equivocado disminuirá, y si aparece la ignorará para evitar sus efectos negativos.
Así pues, mis queridos migrantes, somos unos seres afortunados y espero que muchos de ustedes ya estén sentados y disfrutando de la silla del realista. En mi libro “Lejos de casa, Una guía que le ayudará en su proceso de adaptación en el extranjero” explico a profundidad cada una de las etapas del Síndrome del Migrante y las actividades que ustedes pueden realizar para adaptarse más rápido y de forma positiva al extranjero, mitigando los efectos negativos de estas etapas de su vida.