Integración
Integración. Cuando se es migrantes es muy común escuchar esta palabra, en especial en el ámbito laboral, pero ¿qué es? Y ¿qué significa realmente? ¿Es posible lograr una integración total?
Lo obvio sería empezar por la tercera pregunta y contestar a la ligera que sí, al igual que lo hacen muchos políticos en todo el mundo, pero para mí, como psicóloga que trabaja activamente con este tema y que ha profundizado en los avatares de los sentimientos de los migrantes, la respuesta no es tan clara, aunque su finalidad si demarca una cierta esperanza de alcanzar un mundo mejor.
Integración es “la acción o efecto de integrar” en su concepto básico, pero tiene un significado más profundo: proviene del latín integration y constituye completar un todo con las partes que hacían falta, ya sea un objeto o una persona.
Partiendo de esta premisa básica, cuando se habla de integración en migración no necesariamente quiere decir que nosotros los migrantes tengamos que dejar atrás todo lo que somos y hemos aprendido para empezar a pensar y hacer las cosas como se hacen en el país de acogida, sino, más bien, que nosotros con nuestra visión diferente del mundo venimos a complementar la cultura de acogida aceptándola tal cual como es y respetando sus normas culturales y sociales.
Un migrante no está integrado en la sociedad de acogida, si trata de imponer su cultura a la cultura ya existente, pero tampoco lo está si reniega de sus orígenes como forma de buscar ser aceptado.
Integrarse a una sociedad es llevar con orgullo el título de migrante, no como una marca de desprestigio sino como una medalla de honor a nuestro esfuerzo y sacrificio, pues el camino que recorre un migrante no es un sendero de rosas, todo lo contrario: día a día debemos enfrentarnos a grandes obstáculos que dificultan nuestro camino y de allí el gran valor que representamos para la sociedad que nos acoge. Somos esa parte que hacía falta.
Pero para que la integración de un migrante tenga éxito se requiere del trabajo de las dos partes, es decir, del migrante y de la sociedad que lo acoge, pues integración es exactamente lo opuesto a discriminación.
Muchas veces, en mi trabajo me he encontrado con migrantes que presentan un buen proceso de duelo y que dan grandes saltos a su integración pero que gracias a un gesto discriminatorio sufren dolorosos retrocesos.
Al respeto solo puedo decir que la mayoría de los gobiernos que conozco realizan grandes esfuerzos para educar a sus ciudadanos y de esa manera lograr que abran sus mentes y sus corazones a lo nuevo y a lo desconocido. Dentro de ese campo estamos nosotros, los migrantes. Pero ¿qué hacer si somos víctimas de discriminación?
Una pregunta difícil de resolver, pues no existe una formula mágica que nos pueda liberar de ese malvado yugo de la ignorancia, pues las personas que discriminan a otras por causa de su origen, raza, nacionalidad o incluso género carecen de la formación suficiente para entender que dentro de la diferencia está la gran riqueza del género humano. Por lo tanto, mi gran consejo a los migrantes que sufren de este fenómeno es llenarse de valor y confrontar el problema, no con las mismas armas que utiliza la discriminación, es decir con violencia o malas palabras, sino todo lo contrario, hay que utilizar las armas de la cortesía y el respeto, pues de esta forma desarmaremos al agresor y lo dejaremos mal parado frente a los ojos de sus coterráneos.
Rehuir el problema o negarlo, que es lo que la mayoría de los migrantes hacen, solo incrementa el problema y hará que el maltratador se sienta más fuerte y con poder sobre el maltratado. No es un proceso fácil, muchas veces recibí palabras discriminatorias de desconocidos que se acercaban a mi en un bus o un tren y me decían despectivamente “vete de mi país latina inmigrante, aquí no te queremos” o cosas mucho peores que prefiero no repetir.
Existen casos más impactantes y que van más allá que la utilización de este tipo de afirmaciones xenófobas, a veces las agresiones se tornan violentas y pueden llegar a causar lesiones permanentes o incluso la muerte del migrante. De allí lo importante que es saber parar la situación o prevenirla buscando ayuda y asesoramiento de las autoridades correspondientes.
Todos los seres humanos somos valiosos y siempre aportamos algo positivo a la sociedad, ya sea desde nuestro trabajo o desde nuestra entrega personal. Muchos de los grandes avances de la humanidad se han producido por efecto directo o indirecto de la migración pues esa mezcla de culturas y esa búsqueda de integración de los migrantes son grandes motivadores de desarrollo.
Este tema ya lo traté en mi artículo “Las 10 ventajas de ser migrante” que puedes leer en el siguiente enlace https://laaprendizdeletras.com/10-ventajas-de-ser-migrante/ y con bastante mayor profundidad en mi libro Lejos de casa que puedes comprar en Amazon o a través del siguiente enlace https://goo.gl/z5rRZR.
Regresando a mi caso, muchas veces me encontré con personas que me decían cosas desagradables por el solo hecho de ser migrante, esto fue algo con lo que cargué por varios años, hasta que comprendí que no era el país que me acogía el del problema, sino que era yo con mi actitud sumisa y de vergüenza por ser migrante la que atraía esa clase de hombres o mujeres que se creían con autoridad para maltratarme verbalmente, porque yo misma me sentía incómoda con mi título de migrante y yo misma rechazaba esa nueva identidad.
El día que me miré al espejo y me dije a mí misma: soy migrante, soy valiosa para esta sociedad, me he ganado el derecho a estar aquí y me siento orgullosa de mi país de origen, ese día esa mala racha se fue de mi vida y cuando de nuevo me he cruzado con personas que me miran con cierto recelo, yo las miro altiva con orgullo y las saludo amablemente demostrándoles que el ser migrante es un título ganado con honor.
Para mí, integrarse a una sociedad significa dar y recibir con respeto y sinceridad, en ese sentido todo migrante puede encontrar y construirse un lugar en la sociedad a la que ha migrado, si lo hace con orgullo.