El miedo en los niños

Pluma


¿Puede ser el miedo el impulso que nos motiva a vivir? ¿Por qué existe este sentimiento dentro de nosotros? ¿Los animales también sienten miedo? Son preguntas que rondan mi cabeza en esta noche oscura y fría.

Mi hijo pequeño ya se ha despertado dos veces llorando y gritando que tiene miedo. Al parecer el programa infantil que vio antes de acostarse a dormir le ha generado ese estado de inseguridad. Mi hijo mayor también vio el programa, pero a él no le afectó en lo más mínimo, y lleva toda la noche dormido a pesar del gran escándalo que ha hecho su hermanito pequeño.

Yo también vi la televisión con ellos y no me pareció que su contenido les fuera a afectar. El programa es una serie que ven todos los días y trata sobre las aventuras de una familia de científicos que viven en una especie de submarino supermoderno donde investigan las profundidades del mar. La trama también implica que esa familia debe cuidar la flora y fauna marina de piratas modernos y a su vez buscar una civilización perdida.

En el programa de hoy un habitante de una isla dijo haber sido visitado por extraterrestres, y cuando la familia de científicos examinaba la cabaña del hombre los supuestos extraterrestres robaron un tanque de agua y los científicos los persiguieron hasta el fondo del mar. Al final resultó que no eran extraterrestres sino cangrejos gigantes en busca de caparazones de su talla en la superficie de la tierra. Al final del programa aclararon que esos cangrejos existen en la vida real, aunque en realidad su tamaño es muy pequeño y además esos animales toman todo lo que encuentren en el fondo del mar o en su orilla como una casa, por lo que debemos evitar arrojar basura al mar.

Mientras mis hijos veían el capítulo, pude observar que se tapaban los ojos y se aferraban muy fuerte a mí. Debí presumir que el capítulo era demasiado fuerte para niños de tan corta edad. Sea como sea, creo que la situación de esta noche no sucederá otra vez. He aprendido mi lección. Apenas vea indicios de que un programa infantil les puede producir miedo, cambiaré el canal o apagaré el televisor. Es importante aclarar que mis hijos solo ven televisión treinta minutos cada día y de un canal alemán infantil que supuestamente está diseñado para que los niños se diviertan y a la vez aprendan con sus programas educativos.

Pero ahora soy yo la que no puedo dormir y me he puesto a reflexionar sobre los miedos que he sentido en mi vida. Creo que mis miedos han tenido cierta evolución y ahora las causas son un poco más reales que cuando era niña. Antes de ser madre no recuerdo haber sentido miedo como tal. Tenía miedo al fracaso o a no poder pagar mis deudas, pero no era una sensación constante en mi mente, pues solo aparecía en situaciones concretas. Pero ahora que soy madre el miedo es mi acompañante sincero. No hay un momento en que no me preocupe si lo que estoy haciendo es correcto o incorrecto, en especial cuando los niños están enfermos o si están tristes.

Cuando estaba en embarazo tenía miedo de perderlos antes de conocerlos y ahora tengo miedo de hacer algo equivocado que los afecte para toda la vida. He pasado muchas noches como estas. El mayor ya tiene siete años y el pequeño cinco. Recuerdo una ocasión hace dos años en que los llevé a jugar a un parque infantil y de repente ví a un hombre tomando fotos a los niños mientras jugaban. Mi instinto de madre me indicó que eso no era normal y un miedo terrible a que ese hombre me robara a mis hijos me llevó a realizarle el reclamo. El hombre se alejó de inmediato, pero durante casi tres meses no volví a llevar a mis hijos a ese parque infantil.

Si estaban en peligro ese día, o si tan solo fue el miedo que me jugó una mala pasada, no lo sé. La mayoría de los miedos surgen por ideas negativas sobre el mundo que nos rodea y el origen es casi siempre un temor interno y no factores externos, aunque el desencadenante casi siempre es un factor externo.

Desearía que mis hijos no tuvieran que atravesar por estas sensaciones y poder darles la seguridad de que todo está bien y que el mundo es lo suficientemente seguro para que el miedo desaparezca por completo de sus mentes. Pero creo que eso no es tan fácil. El miedo tiene su razón de ser, su función es protegernos de los posibles peligros y evitar que tengamos actos temerarios.

Como sicóloga sé que el miedo es una de las emociones más básicas del ser humano y es la responsable de la supervivencia humana. Sin el miedo la raza humana desaparecería, pues no podríamos medir las consecuencias negativas de nuestros actos y eso nos llevaría a cometer actos imprudentes con resultados catastróficos, no solo para nosotros sino también para los que nos rodean.

También sé que el miedo es una sensación desagradable, pero no en todos los casos se puede catalogar de negativa. La principal característica es que nos impulsa a retirarnos y a buscar protección del objeto o sujeto que nos origina esa sensación.

Pero ¿qué hacer cuando son los hijos los que los sienten? ¿Cómo poder ayudarlos? Ahora mismo recuerdo que los terrores nocturnos en los niños son normales, aunque no todos los niños los presentan. Mi hijo mayor por ejemplo ha tenido pocos episodios de miedo nocturno. Los niños por lo general presentan estos eventos como reacciones a ciertos temores denominados miedos evolutivos y que reciben ese nombre porque son comunes en todos los niños. Entre ellos están: el miedo a los extraños, a la oscuridad, a los animales, a seres fantásticos, a separarse de los padres, entre otros, y están asociados a diferentes fases del desarrollo cognitivo, social o emocional y por lo general desaparecen por si mismos sin dejar mayores consecuencias. Todo depende de la actitud de los padres. Es lógico entonces que mi hijo de cinco años esté sufriendo este miedo nocturno, pues a su edad la imaginación es bastante susceptible y tienden a creer en la existencia de seres sobre naturales.

Esa teoría es interesante y estoy muy feliz de recordarla. Ahora sé que lo importante es que como padres debemos apoyar a los niños en esos momentos y brindarles la seguridad suficiente para que puedan darse cuenta por sí mismos de que esos miedos provienen de la imaginación y que no pueden hacerles daño. Entonces, reflexionando un poco sobre lo que he hecho instintivamente, no ha estado del todo mal lo que hice esta noche para consolar a mi hijo: primero lo abracé para darle seguridad, luego escuché el motivo de sus temores y traté de debatir, en un tono calmado, pero a la vez muy serio, con palabras sencillas como argumentos, le expliqué que sus temores no tienen fundamento real alguno. Le he encendido su lamparita para que tenga la seguridad de una luz que lo proteja y le he mostrado que debajo de su cama no hay nada más que polvo acumulado. Luego me acosté en su camita durante un largo rato hasta que se quedó dormido.

Cuando era niña yo también tenía muchos miedos nocturnos. El más común que ahora recuerdo era uno que me había infundido mi abuela, quien siempre me decía:

– ¡Si te portas mal, esta misma noche te lleva el Coco!

Nunca supe a quien se refería, pero siempre presumí que no era una buena persona y que el lugar al que me podría llevar sería bastante peligroso. Yo sé que mi abuela no me decía eso porque fuera una mala persona, sino que era su manera de logar controlar mi espíritu aventurero y corregir una que otra travesura que me gustaba cometer. Ahora que soy madre, y además sicóloga, sé que eso que me decía mi abuela es de lo más peligroso para la psiquis de un niño. Es mejor corregir directamente, sin infundir temores.

Luego de esta larga reflexión, y en vista de que mi hijo lleva ya casi dos horas sin despertarse, creo que podré regresar a mi cama. Mañana temprano jugaremos un rato y le reforzaré la idea de que los fantasmas, los monstruos y todas esas fantasías no existen. Y como el simbolismo siempre causa un efecto positivo en el comportamiento de los niños, mañana también elaboraremos juntos un atrapa sueños, una de esas telarañas elaboradas con hilos de colores y decoradas con plumas, características de los indios de Arizona, que luego colgaré sobre su camita. De esa manera él pensará que ese instrumento indígena atrapará todos esos malos sueños y se acostará a dormir con la tranquilidad de que no tendrá ninguna pesadilla. Espero con eso lograr que recupere su sueño nocturno, y de paso yo el mío.

Hablando de miedos, esta reflexión ha mitigado esa inseguridad que tengo de equivocarme como madre. Ya sé que no soy perfecta y que como madre cometeré con plena seguridad muchos errores, pero debo dejar esa obsesión de hacerlo todo bien, ya que creo que eso es lo que más me genera miedo.

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