A ti Madre
Esta mañana, al abrir los ojos, el primer pensamiento que recorrió mi mente fue un recuerdo de mi madre conmigo en su regazo, cantando una canción al vaivén de una mecedora. Algún recuerdo perdido en la penumbra de mi alma de cuando apenas era un bebé inocente de saber cómo es el mundo. De inmediato mi corazón palpitó de forma desbocada, como presagiando un dolor perdido que ya no recordaba. ¿Sería un mal presentimiento ese hermoso recuerdo infantil? Me pregunté de inmediato, y durante las siguientes siete horas esperé impaciente a que el sol en su camino por el cielo recorriera los kilómetros que lo llevarían desde Europa, donde vivo, hasta el pequeño pueblo de Latinoamérica donde mi madre dormía esperando el alba de una nueva mañana.
Luego de la espera tortuosa pude llamar y escuchar el sonido de su voz melodiosa deseándome un buen día sin tomar en cuenta que, para mí, al día ya solo le quedaba la mitad del tiempo que a ella en esas lejanas tierras que ahora no son mías.
Mi madre sonreía y alegre me contaba todas las novedades acaecías en ese lugar que mi corazón reconoce como mi hogar, pues fue allí donde crecí soñando que la vida era un cúmulo de buenas aventuras, y aunque la realidad ha sido muy distinta a esas tiernas esperanzas que mi madre me infundió, es gracias a ella y a la fortaleza que generó en mi interior con cada uno de sus regaños y castigos que he podido superar los duros momentos que he llegado a enfrentar a lo largo de mi existencia.
Gracias a mi madre ahora puedo decir que no hay muchas cosas en la vida que logren atemorizarme, aunque desde que nacieron mis hijos son ellos los que marcan los temores de mi alma, al igual que mis hermanos y yo marcamos día a día los temores que recorren el alma de nuestra madre.
Pero, siendo sincera, creo que uno de mis mayores temores es perderla, y creo que es un sentimiento generalizado en toda la humanidad, sin importar la cultura o la religión, pues la madre es símbolo de vida, de amor y de tranquilidad, una persona en quien siempre puedes confiar y de quien siempre esperas consuelo en caso de problema o necesidad.
La mirada de una madre es más profunda que la de otra persona, porque ella mira con el alma y observa con el corazón. Mientras que a los demás los podemos engañar con las máscaras de la vida, nuestras madres con una mirada descubren nuestros más profundos secretos, desconocidos incluso para nosotros mismos. A una madre no le podemos ocultar nuestras tristezas y ellas saben como alegrar los corazones dolidos por la desesperanza y el amor perdidos. Sin una madre estaríamos perdidos en este mundo de naturalezas perversas, sin ellas perderíamos el camino hacia la felicidad.
Claro está que quienes no las tienen en presencia viva, pues sus cuerpos ya han desaparecido de la faz de la tierra, llevan a sus madres incrustadas en sus almas como talismanes de buena suerte y ellas los iluminan como un gran lucero, mostrándoles el camino y regocijándoles el corazón con su amor infinito, porque el amor de una madre es un manto que nos cubre de forma indestructible por encima de la vida y la muerte.
Pero hoy debo dar gracias, pues mi madre aún sigue presente en mi vida y aún puedo escuchar sus consejos y regaños llenos de buenas intenciones. Ella, con su espíritu luchador me ha llevado a ver la vida con una mirada positiva, su corazón valiente me enseñó a enfrentarme a los peligros con las agallas que me dan la fortaleza de saber que ella me espera con los brazos abiertos a pesar de mis fracasos.
A través de mi madre conocí el mundo antes de enfrentarme a él, ella me lo mostró con sus palabras que aprendí una a una, primero con balbuceos y luego con complejas frases. El mundo se construyó en mi cabeza con las dulces palabras que ella me enseñó primero a pronunciar, luego a cantar, a finalmente a leer y a escribir desde los comienzos de mi existencia. Espero poder corresponder todos los sentimientos que ella me enseñó mediante la palabra, trasmitiéndosela a mis hijos y las personas que quieran leer mis escritos, y poder de esa manera sembrar un campo de flores al igual que ella lo hizo en el sembradío de mi corazón.
Me fui del lado de mi madre en silencio, como lo hacen todos los hijos, y el camino de la vida me ha traído hasta territorios extranjeros donde sus enseñanzas se hacen extrañas a oídos de sus habitantes, al igual que es extraño el olor de los cañaverales o el sonido de una guabina o un bambuco, pero mi corazón sabe que la sabiduría de mi madre es verdadera y eterna porque son las enseñanzas de su amor.
Extraño a mi madre cada día, y aunque la puedo llamar y podemos hablar e incluso pueda observar su miraba a través de una pantalla fría, algunas veces, como hoy, primer domingo de mayo, la siento demasiado distante. Quisiera abrazarla y sentir su calor reconfortante, porque aunque ya soy una mujer madura, algo en mi interior sigue siendo un bebé llamando al amor de su madre, pero eso no importa, ya sé que mi madre está bien, me lo dice mi corazón de hija al igual que mi corazón de madre que crece día a día con el amor de mis hijos que me proyectan lo bueno y perfecto que es el universo, pues me ha permitido multiplicar mi amor por dos, igual que lo hizo mi madre conmigo.
Añoro los cuentos y relatos de mi madre, aquellos que usaba para calmar mis ansias, aquellos que me hacían soñar con mundos fantásticos, mundos en donde los hombres y las mujeres eran buenos y donde siempre había un final feliz; aquellos donde los hombres que luchan por sus ideales lo hacían con armas que no mataban ni causaban dolor. Extraño esos cuentos porque la vida es más cruel que el cuento más terrorífico de aquellos que ella me contaba, pero a pesar de lo absurdo que parezca y de lo doloroso que se sienta, todavía creo, gracias a esos cuentos, que la vida es más que las malas experiencias que han golpeado mi corazón desde que dejé la protección del hogar, gracias a mi madre y a sus cuentos infantiles puedo ver más allá del dolor de los malos presagios que rodean la realidad y permanecer en mi mundo cargado de esperanza.
A ti, madre dadora de vida y de esperanza. A ti, madre que recoges un ser frágil y desvalido y lo conviertes en creador de mundos. A ti, que entregas tu dedicación, cuerpo, juventud y energía a hacer mejores personas cada día. A ti, madre, te deseo no solo un día, sino que todos los días del año sean muy felices en tu hermosa vida.
Gracias,